Tenía más de 5 años sin ver a Félix; él vive en Venezuela y yo, por ahí. Siempre nos mensajeábamos por WhatsApp pero,
como no teníamos la costumbre de compartirnos fotos, yo no tenía idea de cómo se veía actualmente.
Félix y yo hicimos un reencuentro en Brasil. Me quedé frío cuando lo vi, me costó reconocerlo en el aeropuerto.
El Félix que yo conocía era un gordito que le colgaban las tetas y se le veía la raya del culo cuando se agachaba.
El Félix que me encontré en Brasil era un tipo de contextura media tirando a flaco. Eran dos personas distintas.
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- "¿Marico que pasó? ¿cómo pasó de lo que era a lo que es?"
- "Dejé de comer arepa."
- "¿Solo eso? ¿Así de sencillo?"
- "Sí, solo eso. ¡Pero nada sencillo huevón! ¡Con la cantidad de arepa que se come en mi casa!
Yo lo quiero ver a usted con la familia que yo tengo dejando la arepa, a ver si es tan sencillo."
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Eso fue lo único que me dijo, yo cerré la boca. Después me quedé pensando en cómo eran las costumbres en la casa de Félix.
Su mamá hacía arepas todas las mañanas para el desayuno.
Las rellenaba con aguacate y huevo. Calentitas, ricas, tostadas y llenas de mantequilla. ¡Uy, que cosa tan rica!
Felix estuvo más de 20 años jartando las arepas de su mamá y, de repente, decidió parar.
Todo el mundo puede hacer un cambio, pero hay cambios y cambios.
Dejar de comer arepa no era simplemente un cambio.
Félix tuvo que empezar por entender algo clave: que la arepa que le daba todos los días su mamá lo estaba envenenando silenciosamente.
Félix tuvo que pasar de ver la arepa como muestra de amor y parte fundamental de las mañanas, a rechazarla por ser nociva para su salud.
Piénselo para usted mismo(a). ¿Existe algo que usted siempre pensó que era bueno y, de repente, se enteró que es excesivamente malo?
Para poder pasar de defender algo con todas sus fuerzas, identificarse y actuar todos los días de acuerdo a eso, a rechazarlo y alejarse,
hace falta que usted quiebre un paradigma en su cabeza, y eso implica destruir un poco su identidad para crear una nueva.
En el paso de la destrucción de la identidad no se tiene la nueva creada aún, entonces, hay un momento en el que uno se siente perdido.
Esa sensación temporal de pérdida del propio ser puede ser aterradora para algunas personas,
incluso pueden sentir que están cometiendo un error, traicionando sus ideales y probablemente no se puedan reconocer en un espejo.
Pero hay personas como Félix, que se dan cuenta que su identidad es buscar su bienestar, no importa si eso quiebra sus creencias.
Félix entendió que su familia y su sociedad, a pesar de creer hacer lo mejor para ayudarlo a crecer,
tenían costumbres que no eran saludables para lo que él quería.
Suena fácil pero póngase en el lugar de Félix, imagínese el primer mes de cambio, la mente cambia pero el cuerpo no; así que no se ve la recompensa.
Imagínese haciéndole entender a su mamá que usted no quiere comer más su comida.
Imagínese levantarse con ganas de comerse su plato preferido y rechazarlo porque ahora está consciente que no es bueno.
Aquí le traigo un testimonio en palabras del propio Félix:
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- "Marico ¿qué se sintió el primer día que usted rechazó la arepa de su mamá?"
- "¡Marico horrible! Le pedí a mi mamá que me diera solo el relleno, que era huevo y queso. Mi mamá casi lloraba y yo de pana sentí que no había desayunado nada."
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Esa respuesta me dejó ver que, a pesar de su sensación interna, en ese momento Félix ya era otra persona, aunque no se viera desde afuera todavía.
Eso es lo difícil de los cambios mi hermano(a), que hay que volverse otra persona primero adentro y después afuera.
Hay que aceptar que parte de nuestra identidad no dio los resultados esperados y hay que cambiarla sin importar que siempre pensamos que estaba bien.
Lo mismo es con la forma de negociar.
Nosotros aprendemos a negociar cuando niños y no nos damos cuenta que muchas cosas que hacemos y defendemos como lo mejor, son dañinas para nosotros.
Seguir creciendo en la negociación implica dejar atrás paradigmas que usted consideraba que estaban bien para darle paso al crecimiento.
Involucra no tener miedo a sentir que ése que está negociando no es usted sino un personaje que se creó.
Involucra saltar al vacío con la certeza de que en el salto usted va a aprender a volar.
No es el camino, ni la meta, es en quién nos convertimos mientras caminamos hacia la meta.
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