Más allá de lo evidente

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Cuando empecé a trabajar como diseñador en una carpintería en San Martín, provincia de Buenos Aires, rápidamente me hice amigo de dos trabajadores de la empresa. 

El primero Carlos, el Messi de la oficina técnica, no había nadie en la carpintería y probablemente en la Argentina que supiera de fabricación en serie de cocinas

más que Carlos.

El segundo Jorge, el supervisor de la fábrica, el segundo al mando después del dueño. 

Si bien Carlos y Jorge tenían sus escritorios uno al lado del otro, la posición de los dos era totalmente distinta en la empresa.

Entre Jorge y Carlos había más de 4 rangos de diferencia. Jorge podía ganar 5 veces lo que ganaba Carlos, y no tenía necesidad de cumplir horario.

Lo irónico es que si comparábamos los dos curriculums, Carlos tenía que costar lo que 10 Jorges. Carlos no solo tenía más años en la empresa,

sino que era licenciado en diseño industrial mientras que Jorge no tenía el sexto grado. 

Todos los días me veía en el espejo de Carlos, sabía que podía llegar al nivel de Carlos haciendo cocinas. Pero Carlos tenía el mismo rango que yo entonces

¿de qué me servía? ¿para qué profesionalizarme en el diseño si no iba a poder seguir ascendiendo? La respuesta llegó un día que Jorge me invitó a jugar al fútbol. 

Me fui con Jorge a jugar toda la tarde, y en la noche nos sentamos a tomar unas cervezas. Cuando estábamos los dos relajados, aproveché el momento

y le pregunté:

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- Jorge ¿cómo hago para crecer dentro de la empresa así como creció usted? 

- Ponele huevos chabón, más nada. 

- No, no es solo ponerle huevos. Carlos le ha puesto bastantes huevos por años y no ha subido un solo rango. 

- (Jorge riendo) Chabón, las habilidades técnicas son muy importantes, pero ellas te van a llevar a un rango medio en cualquier empresa.

De ahí pa arriba puedes mejorar a nivel técnico todo lo que quieras, pero no vas a poder seguir escalando posiciones. 

- Y de ahí pa arriba ¿cómo se sube entonces? 

- De ahí pa arriba lo que va a determinar tu rango es la capacidad de influir en tus superiores. Ahí ya no importa si eres bueno siguiendo instrucciones,

o el más hábil de tu profesión, ya solo importa tu capacidad de influencia en quienes tienen más poder que tú. 

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Jorge sin darse cuenta (o dándose) aquella noche tomando cerveza en la villa Sol y verde me había dejado ver más allá de lo evidente:

todo el mundo sube en una empresa hasta que su nivel de incompetencia para influir en los superiores lo permita.

Mientras más alto el puesto, menos habilidades técnicas se necesitan y más capacidad de persuasión en sus superiores se requiere. 

Ésto es contrario a lo que siempre creí. Yo pensaba que mientras mejor técnicamente más arriba se llegaba en una empresa. 

Carlos era, por lejos, el más técnico de la empresa, pero era un incompetente para influir en sus superiores. 

Jorge sumaba con los dedos pero era quien más influencia tenía sobre Guido, el dueño.

¿Cómo lo hacía Jorge? Evidentemente no era muy bueno diseñando cocinas. 

Si le cuesta creerme lo invito a que despegue los ojos de esta lectura, los cierre y trate de acordarse de los momentos más difíciles en sus trabajos.

Se dará cuenta que éstos fueron los momentos en los que tenía que influir sobre alguien con más poder. 

He visto cientos de libros que hablan sobre cómo liderar con empatía, cómo dar el ejemplo como líder, cómo hacer que tu equipo te obedezca.

Estos libros insultan la inteligencia de la gente. 

La verdad es que si a usted lo pusieron a liderar un grupo de gente que está siendo pagada para seguir sus instrucciones y aún así usted no los puede controlar,

a usted no le hace falta un libro sino un sacudón. Un baño de agua fría y un grito diciendo “despierte”.

Para abajo influye cualquiera. ¡El verdadero reto es influir hacia arriba! Ese es el camino al dinero, al estatus y al reconocimiento. 

Ahora ¿era Jorge un superdotado? Sí y no. Por un lado sí lo era, porque Jorge podía ver más allá de lo evidente y se enfocó en aprender a persuadir a sus superiores.

Por otro lado no lo era, porque la capacidad de influencia no es un talento con el que se nace, sino una habilidad que se entrena. 

Jorge, Carlos, usted y yo, todos podemos influir en nuestros superiores pero hay que entrenarlo, eso no va a pasar por arte de magia.

Usted puede aprender este superpoder de muchas maneras, la solución que yo le doy es que se entrene conmigo.

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